Racing sufrió su vuelo a Mendoza. “Si
la turbulencia duraba unos minutos más, creo que no la contábamos”, revelaron
los jugadores.
La
cena apenas fue la excusa perfecta para bajar un poco las pulsaciones de un
grupo de hombres muy nerviosos. Apenas pisaron suelo mendocino, y tras aplaudir
al piloto por tocar tierra, el plantel se liberó de todos los miedos que tuvo a
10.000 pies de altura y fue rápidamente al hotel. No había ánimo de nada. El
vuelo charter que transportó a los jugadores de Racing se convirtió en una
montaña rusa y los players la pasaron mal en serio. No hubo espacio para
bromas, ni chicanas. El ruido del silencio, ése que aparece cuando algo no está
bien, se apoderó de la escena minutos después de despegar del Aeroparque Jorge
Newbery.
En
un avión pequeño de la empresa Sol, donde no había más de 30 personas, el
efecto de los nubarrones se sintió más de lo que se percibe en una nave de
mayor tamaño. Sólo el cuerpo técnico, jugadores y dirigentes (los utileros y
allegados al plantel viajaron en micro) sufrieron en carne propia el sacudón
que les provocó una tormenta que apareció en el cielo que, desde abajo, se veía
apenas cubierto. Pasadas las 16, y antes de la escala técnica en Córdoba para
cargar combustible, la tranquilidad del vuelo se transformó en un infierno. De
un momento a otro, todos los vasos que estaban apoyados en las mesitas de los
asientos volaron por los aires, terminaron en el pasillo y varios jugadores
quedaron bañados en bebida. Durante algunos minutos, todos se callaron y recién
lograron aflojarse cuando volvió la serenidad y cesaron los movimientos
violentos. Marcos Cáceres y Valentín Viola fueron dos de los que más sufrieron
en el aire. “Pensábamos que nos moríamos. Si la turbulencia duraba unos minutos
más creo que no la contábamos”, contaron algunos jugadores.
Encima,
entre la escala en Córdoba y el mal clima, el vuelo llegó dos horas demorado.
La Academia apenas tuvo tiempo para cenar y los jugadores se fueron rápido a
las habitaciones. Esta tarde, el partido contra Godoy Cruz será tomado como un
regalo del cielo para algunos de los dirigidos por el Coco, que tuvieron miedo
de no llegar a Mendoza. Los más cabuleros (siempre los hay) recuerdan que el
último viaje difícil fue a Santa Fe. El avión se movió mucho, pero golearon
4-0.
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