El plantel mira mal
las excepciones disciplinarias que el debilitado Cholo hizo con Teo. Encima,
Molina lo responsabilizó por lo que pasó. ¿Tiene banca a futuro?
El partido contra Boca apenas fue la última irreverencia que
Teófilo Gutiérrez tuvo para con sus compañeros. Diego Simeone lo supo siempre y
dejó crecer un ego que se forjó a base de goles y que terminó por hacerse
indomable. De los mimos y caprichos cumplidos de Miguel Russo a una excesiva
tolerancia que hoy deja al Cholo más solo que nunca. A Teo lo mal
acostumbraron, le hicieron creer que era capaz de manejarse a su antojo dentro
de una convivencia de 30 jugadores y agarró el camino equivocado. Hubo silencio
cada vez que llegó tarde a un entrenamiento, lo dejaron bajarse de un avión por
estar “cansado” y le permitieron jugar el partido más importante del año con apenas
un trotecito sabatino. Su estirpe de crack, de delantero estrella para nuestro
fútbol, no debió resquebrajar algunas reglas que dentro del grupo son
consideradas sagradas.
Lo que más molestó al plantel es que el técnico no fuera fiel a su
línea de trabajo y convivencia. Desde el primer día que llegó, puso al
entrenamiento como factor sine qua non para cumplir los objetivos. Con el
trabajo en grupo como prioridad antes que cualquier nombre, no cayó para nada
bien que decidiera poner a Gutiérrez como titular ante Boca y le haya dado
algunos privilegios que no contempló con otros. Por caso, Toranzo tuvo que
entrenarse en doble turno por haber faltado con aviso a una práctica. Decisión
coherente con su pensamiento, pero que no aplicó con el colombiano.
Pero no sólo en el plantel está debilitada la autoridad del DT;
también en la visión del presidente, Rodolfo Molina. El Cholo esperaba su
respaldo y hasta una sanción a Teo, pero se encontró con un pelotazo en contra.
“¿Simeone no lo supo manejar? No es matemático, sí opinable... Si uno toma en
cuenta lo que estamos viviendo, la respuesta es obvia, la que todos imaginan:
se podría haber evitado”, dijo Molina, quien pese al eufemismo, fue
inevitablemente contundente. Y respaldar, como esperaba Simeone, fue lo que
menos hizo...
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