Para, loco! ¿Yo soy el boludo acá?”.
Diego Simeone atrapaba unos rayitos de sol en una playa bonaerense con sus hijos. El celular hizo ruido. El Cholo creyó que era Gastó Cogorno, flamante nuevo presidente. O tal vez Rodolfo Molina. Desde que concluyeron las elecciones el pasado sábado, el hombre esperó una mínima señal de la dirigencia. Ayer, cuando el reloj marcó las 12 del mediodía, entendió que era hora de plantarse. Y se decidió. Iba a presentar la renuncia, algo que se consumó a la noche por intermedio de su hermana Natalia. ¿Así que la campaña fue apenas “aceptable? ¿Así que no ganamos los partidos que había que ganar? Basta. El entrenador entendió que, a los 41 años, no está en condiciones de ser el puchinball de turno. Se atragantó con las sucesivas declaraciones lacerantes de Molina, línea discursiva que siguió Cogorno. “¿Por qué se va? ¡El tipo no tuvo ni una muestra de apoyo, no jodan! Seamos realistas, antes hacían una fiesta porque el equipo terminaba con 29 puntos y la campaña del Cholo fue bastardeada. ¿Cómo no se va a ir a la mierda?”, le contó a la prensa un íntimo amigo del ex técnico de Racing.
Los dirigentes fantasean con convencerlo para que continúe. Van a perder el tiempo. “La decisión es irreversible, no hay vuelta atrás”, agregó el hombre cercano que ayer compartió algunas horas con Simeone. Lo cierto es que la relación entre Molina y el Cholo estaba atada con un hilo de seda. El DT nunca se sintió cómodo. Estaba solo. Sabe que este equipo no jugó bien, que podía hacerlo mucho mejor, aunque esperaba al menos un elogio por la contundencia de los números. No sólo que no hubo caricias por las estadísticas, sino que le tiraron un trompazo mediático: “La campaña fue aceptable”. Para colmo, los dirigentes hablaban de refuerzos y de depuración sin haber cruzado una palabra con el Cholo.
Desde la dirigencia piensan que esta abrupta salida se debe a que el Atlético de Madrid ya le hizo un llamadito a Simeone. “No hay nada, ni del Atlético ni de Estudiantes. Se hinchó las pelotas y listo. Está muy dolido, él es hincha de Racing, la otra vez dejó de jugar para dirigirlo y lo echaron cinco fechas antes. Ahora lo cascotean los propios dirigentes”, explicó el amigo que le puso la oreja.
¿Por qué no se fue apenas terminó el torneo? Simeone se amparó en que Pablo Podestá tenía alguna chance de ganar las elecciones. De Molina no esperaba nada. Siempre notó que el ex presidente se le daba vuelta en el vestuario: le aseguró que la mala onda era un invento del periodismo, pero el entrenador lo frenó en seco.
En estos días de playa, el Cholo hizo cuentas. Los primeros partidos del verano los iba a jugar con suplentes, es decir, que podía llegar al clásico ante Independiente con la cabeza en la guillotina...
No existía ningún plan B. Aunque en algún momento por el Cilindro se escucharon los nombres de Pekerman, Cabrero y el Tata Martino. ¿Qué dirá el plantel? Tal vez, sólo Saja y Pelletieri lamenten la noticia: al resto no le gustaba la fría manera de conducir. Chau. Otra vez.
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